Demasiado tarde

Demasiado tardeUn codazo brusco y seco la devolvió a la realidad.

Ella, parada entre la corriente de la rutina; en el centro del torbellino de maletines colgantes, buscaba su destino.

Se plantó delante del panel de salidas y miró nerviosa. La respiración se apabulló entre sus pulmones y le hizo temblar la mirada. Deshizo el entresijo de letras buscando su tren. Ahí estaba, en la vía 4. Sólo faltaban dos minutos.  Y allá iba, decidida, cumpliendo los deseos de sus impulsos.

Aumentó la velocidad de sus pasos que, en un principio se sintieron inseguros por el encerado del piso, pero no se amedrentaron. La maleta bailaba entre las piernas de los transeúntes, desequilibrando las ruedas, que casi flotaban a través del aire viciado. El interior se sacudía entre las paredes de piel.

No llevaba billete porque no lo necesitaba y esto no la intimidó cuando violó el control de entrada a las vías. No había barreras suficientes que la salvaran de conseguir lo que quería. Su ritmo tenaz la salvaguardó de los seguridades los primeros momentos. Corriendo, con la maleta a cuestas, cada vez más cerca. Un minuto.

Sentía el suelo vibrar por los pasos cada vez más ceñidos de los seguridades que la seguían.

A trompicones llegó a la puerta del vagón 7B y todavía pudo verlo a contraluz, arreglándose el uniforme de azafato. Gritó su nombre y le dolió la boca. Sus miradas se cruzaron al mismo tiempo que el seguridad la estiraba de la chaqueta y la obligaba a volver. Sintió la presión del tira y afloja en sus brazos. Le rasgó sus intenciones. El corazón lanzaba la sangre a borbotones por su cuerpo. Una ola de calor la invadió desde el estómago y la hizo rabiar al mismo tiempo que lanzó la maleta al vagón 7B y las puertas se iban cerrando entre pitidos de alarma.  Pero la maleta no llegó a su destino y su interior desesperanzado se partió contra las paredes de metal. Cayó a los raíles al mismo tiempo que el seguridad la lanzó al suelo y dejó que el tren se marchara.  Al mismo tiempo que sus miradas con el azafato se desconectaron y estallaron de rencor entre papeles manchados de poemas de amor, de fotos rasgadas de lágrimas y de vivencias en común perdidas por los entresijos de aquella estación.  Demasiado tarde

 

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